Gaijin (o el elogio de lo nikkei) + Entrevista a Maximiliano Matayoshi

Originalmente publicada luego de recibir el Premio Primera Novela Alfaguara UNAM 2002 en México, Gaijin de Maximiliano Matayoshi narra la historia de un inmigrante que escapa de un Japón despojado por la guerra para llegar a la Argentina peronista. Es el camino de generaciones de inmigrantes que siguieron ese destino, el de la diáspora nikkei. Matayoshi ha negado una y otra vez que sea una biografía, si bien guarda paralelismo con la historia de su padre, Tetsuji Matayoshi, un científico que regresó a Japón luego de haber vivido 16 años en Argentina. “Gaijin” significa extranjero, pero con un cierto tono despectivo; una persona del afuera que jamás va a ser japonés (a veces incluso porque se va, porque traiciona). El tema es por excelencia el de la tierra natal perdida y el de la nostalgia; el tópico que en japonés se conoce como 故郷 (furusato). Pero el lector casi no lo percibe. El estilo es de una naturalidad y de una sencillez tal, que todo sentimentalismo y lugar común parece desvanecerse con el pasar de las páginas. Es un relato que además nos demuestra que la potencia del azar es todavía más fuerte que la melancolía. Sin más, los dejo con una breve entrevista al autor.

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El amor como patria

-¿Qué cuenta su novela?

-Es la vida de un joven inmigrante japonés de 13 años que llega al país, estudia en la escuela secundaria, aprende castellano, hace amigos, vive peripecias y se hace adulto en una cultura diferente, pero siempre quiere volver a Japón. Hasta que a los 27 años junta el dinero y se va. Pero decide regresar, porque aquí dejó a la chica que ama.

-¿Es la historia de su padre?

-Mi viejo llegó en barco de Okinawa, en 1951. Proviene de una isla que fue invadida por los norteamericanos. Cuando yo era chico siempre me contaba anécdotas e historias, pero yo no le daba mucha bolilla. Todo eso iba quedando para la historia. Cuando nos contaba las cosas de la guerra a mis hermanos y a mí, siempre evitó transmitirnos pesadumbre y oscuridad. Con esas anécdotas comencé un día a escribir un cuento que terminó en novela.

-¿Qué le interesaba a usted decir a través de la novela?

-Que mi hogar es allí, donde está mi amor. Por eso no importa donde uno se encuentre, si en ese lugar está el amor.

-¿Así fue la vida de su padre? 

-(Se ríe) Mi padre es muy japonés y nunca me lo diría. Pero así imagino que pudo ser, porque él regresó a Japón, pero después se quedó en su casa en la Argentina, con mi madre. Nunca le voy a sacar ese retazo de información, pero creo que se quedó aquí, porque extrañaba a mi vieja.

-¿Qué le dijo su padre al saber que ganó un premio con un libro que cuenta su vida?

-Sabe de qué trata, pero no lo leyó. Espero que en algún momento lo haga. No quisiera pedírselo. A él no le gusta la ficción. Lee muchos libros documentales, de investigación e históricos. Cuando supo la noticia me dijo: «Muy bien, hijo» Toda la efusividad oriental en tres palabras.

-¿Quién se alegró más con el premio en su familia?

-Mi vieja y mi hermana menor.

-¿Le sirvió la novela para estrechar el vínculo con su padre?

-Al principio, lo entrevisté varias veces. Hice una lista con todas las preguntas que tenía. Juntos hicimos un mapa con el recorrido del barco que lo trajo desde Japón. Eso estuvo bueno. La novela sirvió para que yo me acercara más a él. Pero mi padre se quedó en el mismo lugar.

-¿Creció usted junto con su personaje?

-Yo aprendí a escribir con la novela. Los cambios en la vida del personaje coinciden con los míos. Pero los cuándo y los dónde en el libro corresponden a la vida de mi padre. En la primera parte, el amor no está presente, porque yo era un adolescente cuando empecé a escribir el cuento.

-¿Cómo le influye ser argentino descendiente de japoneses?

-Es como ser japonés. Estoy muy marcado por ese hecho. Resalto en todos lados por lo físico. En mi familia, los mitos, la forma de sentir y de tratarse son muy japonesas.

-¿Logró unir sus dos culturas a partir de la novela?

-Recuerdo que en la escuela primaria sufría mucho. De chicos podemos ser muy despiadados. Cuando era adolescente, tenía muy negado esto de ser japonés. Pero después empecé a estudiar el idioma japonés y todo eso volvió a mí. El libro me ayudó para hacer confluir las dos culturas y estoy muy bien conmigo. Yo no advierto la influencia de la cultura japonesa en mí. Pero mi novia dice que sí se me nota. Yo me veo argentino, aunque en cualquier lugar donde estoy soy, a veces, el único oriental. Por ejemplo, en mi trabajo, donde somos unas 300 personas.

-¿Cómo supo del concurso en México?

-Mi novia trajo un día un recorte de un diario en el que aparecía el anuncio. Busqué en Internet y mandé la novela. Era para autores noveles, menores de 40 años. Siempre pensé que uno tiene que trabajar en lo que sea para ganar dinero y vivir y, luego, dedicarse a lo que le gusta.

-¿Lee autores japoneses?

-Nunca los leí. Sólo algunas cosas de Kenzaburo Oe.

-¿Qué privilegió el jurado para elegir su novela entre más de 95 originales?

-Destacaron el aire oriental, no sé si por la forma de escritura o por la historia. Y también, el estilo en sordina. Tuve que ir al diccionario para saber qué quería decir «sordina». Supe al final que se refiere a un estilo sobrio y simple para contar la historia.

(Entrevista por Susana Reinoso, en La Nación).

 

Título: Gaijin
Autor: Maximiliano Matayoshi
Editorial: Odelia (2017) 
Año de Publicación: 2003
Páginas: 246
Precio: $290
Puntaje: 7 de 10 chapetitos (no me flashió)

 

 

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