No sé cuántos musicales de horror cómico existirán en la historia del cine, pero sólo conozco otro además de éste y es igual de bueno, de satírico, de oscuro y de desopilante: The Rocky Horror Picture Show. En este caso, tenemos a la familia Katakuri –padre, madre, abuelo, hijo ex-convicto, hija divorciada, nieto narrador y perro estúpido– que deciden invertir en un hospedaje para turistas en uno de los caminos cercanos al Monte Fuji. Sin demasiados clientes, son visitados por una estrella de televisión que promete ser su pasaje al reconocimiento en el rubro. Pero esta celebridad muere durante la primera noche de hospedaje. Temerosos por su negocio, los Katakuri hacen todo lo posible por ocultar su cuerpo y su desaparición. Luego llega un segundo huesped: un luchador de sumo profesional, pero éste muere también y los Katakuri repiten lo que hicieron con el anterior. Luego un tercer y un cuarto… La actividad de ocultar muertes se vuelve así una tradición familiar.
La idea es excelente; una trama digna de ser robada y reelaborada, como hizo el mismísmo Miike al tomarla de Choyonhan kajok (La familia silenciosa), ópera prima de Kim Jee-woon en 1998. Sin embargo, a veces adolece de desorganización y de cierta continuidad, incluso para una película que no busca en ningún momento ser lineal. Claro que Takeshi Miike es un director tan prolífico que de seguro tenía en mente una decena de películas mientras rodaba ésta. Quizás puedan ser robadas y reelaboradas también algunas de las tramas que quedan abiertas… Las canciones y los bailes son también por momentos demasiado bizarros, kitsch, eccéntricos, aunque esto no necesariamente sea un defecto.
Otro punto interesante tiene que ver con los espacios en que sucede la acción. Si bien se trata de un paisaje idílico, propiamente ‘japonés’, cercano al Monte Fuji y con todos los mitos y bellezas de la vida bucólica (tan deseada por los turistas de las grande ciudades), también se menciona que fue, en algún pasado, el terreno de un basurero. Incluso se sugiere que aún deben de haber residuos tóxicos que emergen a la superficie con los pastos recién crecidos. Esta yuxtaposición sea quizás más que representativa de la tradición japonesa o, por lo menos, de la visión que muchos japoneses tienen de sí mismos: un país que tapa con belleza, con modernización y con progreso una situación trágica e inestable. «Una sociedad de riesgo», diría Ulrich Beck.
Por otro lado, la necesidad de los Katakuri por defender su negocio a como dé lugar dentro del contexto del naciente nuevo milenio es también una consecuencia de la década anterior, de la así llamada «década perdida japonesa», los años del estancamiento de la economía japonesa. Madre y padre han perdido sus negocios. El hijo sabe que nunca más podrá trabajar en una empresa dado su historial. La hija deberá convertirse en madre de familia soltera. Y el abuelo se pregunta una y otra vez cuál es su utilidad (la de todos los viejos, dígase de paso) dentro de un negocio familiar y dentro de la sociedad japonesa contemporánea. La desesperación y la culpa invade a todos los personjes, patentes ambos sentimientos incluso dentro del delirio tragicómico en que se encuentran inmersos.
Título: 『カタクリ家の幸福』 (Katakuri-ke no kōfuku)
Año: 2001
Directores: Takeshi Miike
Guionistas: Ai Kennedy, Kikumi Yamagishi
Actores: Kenji Sawada, Keiko Matsuzaka, Shinji Takeda
Duración: 1h 53min
Puntaje: 8 de 10 chapetitos (debería ser 7, pero lo bizarro me puede)
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