Peluquería

Entro a una de las pocas peluquerías abiertas de Tokio y el dueño me indica inmediatamente que me siente con su aprendiz; lo hace con una cara de sorpresa y espanto, sin gesticular, sin decir nada. Me paso la mitad de mi corte enojado y preguntándome cómo es que aún existen japoneses así, incapaces de siquiera dirigirle una palabra a un extranjero. Entra entonces un segundo cliente, que se sienta con el dueño y empieza a mover las manos en forma extraña; tardo unos segundos en darme cuenta que es lenguaje de señas. El dueño era mudo. Otra vez este país me hace comerme mis palabras.

 

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Crea un sitio web o blog en WordPress.com

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: