Desde la cubierta, Kimitake Hiaoka contempló el mar y pensó una frase que supo se convertiría en el epicentro de su carrera literaria: “Hubo un tiempo de mi niñez en que no quería aceptar que la única razón para que exista el sol es el atardecer”. Abrió su diario de viajes, lo apoyó sobre la baranda del barco, dibujó una flecha hacia el margen y escribió cada palabra. Fue ese momento en que confirmó que un viaje transforma para siempre a un escritor: narrar o describir, ficción o realidad, literatura o experiencia. Siempre se había abocado a lo primero, al artificio. Pero aquella travesía le había hecho dudar de su elección. Y la fuente de esa duda había sido Río de Janeiro.

El viaje fue el primero que el ya famoso escritor japonés hizo fuera de su país…
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