“Bola negra” (el cuento) narra la historia del insomne entomólogo Endo Hiroshi, quien decide dejar de comer luego de una extraña y portentosa pesadilla. A partir de entonces el relato se convierte en una yuxtaposición de referencias al mundo de los insectos, de viajes exóticos y de recuerdos de una familia tradicional. Más de un lector encontrará en su contenido resonancias de novelas de Kobo Abe o de Masahiko Shimada. Y con razón. Mario Bellatín ha tenido siempre un deseo o un hambre por «lo japonés». Ha sido uno de los escritores latinoamericanos que más logró aprovechar ese universo imaginativo para reformularse constantemente. La última de sus creaciones vinculadas al País del Sol Naciente es Bola Negra (el libro ilustrado), que a la vez despliega el inigualable mundo visual de Liniers. Creo que va a convertirse en una obra tan singular como Kafka de Robert Crumb y David Zane Mairowitz o como Alicia en el País de las Maravillas de Salvador Dalí.
Recuerdo que cuando entrevisté a Mario Bellatín en 2013 me mostró otra versión de “Bola negra”. El contenido era el mismo, sí, pero el formato era diferente: se trataba de una cajita de plástico, la misma que habría usado un entomólogo para atesorar un espécimen exótico; en el interior de este receptáculo había un lienzo semi-transparente que llevaba impreso el texto del cuento. Por supuesto, no releí el texto en aquella oportunidad y de eso me arrepiento; estoy convencido que los relatos me habrían resultado tan diferentes como el Quijote de Cervantes y el de Menard. Sin embargo, «Bola negra» (el objeto), me reveló otros secretos de Japón: el fetichismo, el arraigo adulto por los juguetes, el imbuir a un objeto material con una magia sobrenatural, secreta y caprichosa.
El cuento original tuvo también una versión fílmica y musical en colaboración con Marcela Rodríguez. Se trata de una ópera-cine de 2012 que sigue, en un montaje sórdido, el camino de un coro de jóvenes por Ciudad Juárez, una región de México abatida por la violencia. Según el propio Bellatín, el musical es “la metáfora de una ciudad que se devora a sí misma” (en Vértigo Político). En lugar de reproducir el relato del entomólogo Endo Hiroshi, Bola negra (el musical) lo descontextualiza para ofrecer una nueva voz, un nuevo discurso sobre lo que sucede en México. Se trata de una imposibilidad de desligarse de lo real, de una puesta en escena de los fracasos de la ficción. Y en ese simulacro evidente, obvio, recordé a otro Japón: el de la palabra karaoke, que literalmente significa ‘orquesta vacía’.
Lo mismo, lo otro, lo diferente y divergente… Bola negra (el fenómeno) se conecta con aquello que en Japón suele denominarse メディアミックス media mikkusu (en inglés, media mix): una estrategia de mercado para difundir un producto en diversos medios. Este media mix no presupone una convergencia mediática ni el trasplante de un medio a otro, sino la generación de una identidad artística nueva gracias al empleo de un medio distinto. Así, el libro-objeto que Bellatín me mostró en su casa, no es una versión del cuento “Bola negra”. Tampoco lo son la ópera-cine Bola negra, el musical de Ciudad Juárez ni el libro ilustrado Bola negra. En cambio, se trataría de obras distintas. Ni transmedialidad ni intermedialidad. Transformación completa de la identidad. Individuación. Incluso olvido de todo lo anterior. Un insecto, una bola negra, un entomólogo suicida que se transforman y reencarnan en vaya a saber uno qué otras cosas.
Hay un ‘pero’ en esta fábula posmoderna. Un cuento que nace como différance de una serie de relatos japoneses, y que se convierte en un libro-objeto, en musical y en cómic, es también la marca de un artista obsesionado por la transformación. En el prólogo a la versión ilustrada por un tal Súcubo Liniers, un narrador que fusiona a Bellatín con muchos de sus personajes y que se hace llamar ‘Monje’, nos asegura: “no es fácil –y espero que lo entiendan en toda su extensión– llevar tantas vidas al mismo tiempo”. El hambre de la transformación consume al artista hasta volverlo trozos y fragmentos y reencarnaciones de sí mismo. Pero (éste es el ‘pero’ que mencioné antes) en esa destrucción hay intersecciones que revelan una y otra vez la presencia del autor. Surcos y pasajes que prefiguran alguna forma de totalidad. Quizás sea ésta otra característica de Japón, de un Japón urbano e indetenible: el que nos recuerda que estamos condenados a vivir en la esquizofrenia.
Título: Bola Negra
Autor: Mario Bellatín & Liniers
Editorial: Sexto Piso
Año de Publicación: 2017
Páginas: 168
Precio: €14.90
Puntaje: 8.5 de 10 chapetitos (no es de mis relatos favoritos de Bellatín, pero la versión ilustrada es hermosa)
PD: Cuando vine a Japón por primera vez encontré en el tren una publicidad cuyas figuras se asemejan mucho a los ya famosos gnomos de Macanudo. Espero Mario le haya informado al Súcubo Liniers de esta coincidencia. O, quizás debería decir, de esta transformación.
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