Pálida luz en las colinas (o microdrama sobre el pasado)

Tras el suicido de su hija mayor, Etsuko es visitada por su otra hija, Niki, encuentro que desencadena en ella una serie de pensamientos y recuerdos indetenbiles sobre Nagasaki, sobre la destrucción que siguió a la bomba atómica, sobre la derrota en la Segunda Guerra Mundial y sobre el ímpetu de la cultura occidental en Japón. Así, una historia familiar y personal se yuxtapone inmediatamente con la historia nacional y social. Igualmente yuxtapuestos se encuentran los tiempos: un encuentro en la década del ochenta se transforma en una repetición, reformulación y reapropiación de la década del cincuenta. Etsuko recuerda a Sachiko y a Mariko, madre e hijas y amigas suyas que la acompañaron durante aquellos años de dolor. También a su marido, Jiro, y al padre de éste, Ogata-san, quien nos deleita con un conservadurismo explícito que todos los demás personajes de esta novela parecerían querer confesar:

“Cosas como la disciplina y la lealtad mantuvieron firme al Japón. Quizás lo que digo parezca exagerado, pero es la verdad. El sentido del deber unía a la gente. Frente a la familia, a los superiores, al país. Pero ahora, en lugar de eso, no se habla más que de democracia. Y oyes esa palabra cada vez que la gente quiere ser egoísta, cada vez que quieren olvidar sus obligaciones”.

La trama es mínima, pausada, a penas perturbada por acciones. Sólo se trata de profundizar en las relaciones de los personajes y de sentir una nueva faceta de sus frustraciones. Y todo esto para responder a una sola pregunta: ¿cuál es el vínculo entre el pasado y el presente? Pero lejos de tratarse de un regodeo mórbido en los recuerdos y en los traumas, en este caso no se plantea una relación directa entre una y otra cosa; como dos vidrios puestos uno sobre el otro, el pasado y el presente permiten ver uno a través del otro, sin siquiera afectarse. Las causas de los episodios más importantes de la novela (la demencia de una niña, un suicidio, las razones de dejar una familia y marcharse a Inglaterra) nunca se explicitan. En cambio, quedan en un suspenso insoportable y desesperanzador que es precisamente la metáfora que esta novela nos deja de la historia.

El silencio, entonces, es lo único que existe entre los personajes. Esto, que podría resultar insoportable, se concreta en realidad con una sutil ternura, como si todos los personajes supieran que no existe otra opción más que esa, hablar de cualquier cosa, continuar con diálogos vacíos, ahondar en lo inútil de nuestra existencia para evitar todo sufrimiento. ¿No hacemos un poco de eso todos, sobre todo aquellos que nos dejamos llevar por la vorágine de palabras y de signos que es la literatura?

Pálida luz en las colinas fue la primera novela de Kazuo Ishiguro.

 

Título: Pálida luz en las colinas
Autor: Kazuo Ishiguro
Traducción al español: Angel Luis Hernández Francés
Editorial: Anagrama (1998) 
Año de Publicación: 1982
Páginas: 208
Precio: $280
Puntaje: 6 de 10 chapetitos (medio embole)

 

 

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